LOS INCENDIOS EN LOS VALLES DE BENAVENTE
Al contrario que en la triste actualidad, antes los incendios no eran habituales en la comarca de Benavente. Han existido, por supuesto, porque siempre se ha quemado una cocina, o ha caído un rayo en la carrasca, o alguien ha prendido fuego al trigal del pueblo vecino. Y a partir de ahí el incendio se ha extendido, pero sin alcanzar las dimensiones apocalípticas de estos últimos años.
Apenas había noticias de incendios forestales en los archivos o periódicos. El miedo, sobre todo en los valles de los ríos, venía del agua, de las crecidas anuales que podían arrasar los sembrados y edificios. El fuego era algo más típico de las ciudades con viviendas apiñadas, como Benavente o Zamora, donde una chispa prendía en un bajo y en pocas horas se había contagiado al barrio entero. En los pueblos había más gente para atajar el fuego, más animales para limpiar la maleza, menos árboles que quemar y menos olas de calor.
Al contrario que en la triste actualidad, antes los incendios forestales no eran habituales en la comarca de Benavente.
— Monte de Arriba, Sitrama de Tera

Cuesta encontrar referencias a grandes incendios en la comarca de Benavente y sus alrededores. Pero algunos de los más graves nos recuerdan a los sucesos de estos días. El 25 de marzo de 1878 una niña estaba jugando inocentemente con fuego en las afueras de Ayoó de Vidriales y sin darse cuenta prendió unos juncos. Aunque apenas había comenzado la primavera, el fuego se propagó por el pueblo a gran velocidad. En pocas horas se habían quemado 44 casas, de las que 33 estaban habitadas. Una mujer pereció abrasada por las llamas.
Treinta años después, al comenzar la tarde del 6 de septiembre de 1908 comenzó un voraz incendio en los montes de Cional, junto a la Sierra de la Culebra. Al rato se personaron las autoridades y la Guardia Civil del cercano Villardeciervos, y después de incesantes trabajos lograron dominar el fuego al caer la noche. El monte estaba poblado en su mayor parte de brezos, así que, en el aspecto monetario, las pérdidas fueron de poca consideración. En cuanto a la causa, se creyó que fue intencionado y se echó la culpa a varios pastores, que lo habrían quemado para dejar sitio a pastos para sus ovejas.

Una niña jugaba con fuego en Ayoó de Vidriales y prendió unos juncos.
— https://elblogdeayoo.blogspot.com
Por lo que respecta a Sitrama, no hay prácticamente ningún dato, lo que es una buena señal. Del único que tenemos amplia información es el que se produjo hace exactamente cien años, el sábado 15 de agosto de 1925. Para nuestros estándares actuales, sobre todo al compararlo con la catástrofe de estos días, es una minucia que apenas merecería unas pocas líneas. Pero como hubo otro simultáneamente en el vecino Santibáñez, en su época tuvo bastante repercusión. La prensa le dedicó un gran titular y una crónica muy detallada, que también nos enseña una cosa: las rencillas vecinales se olvidan cuando hay una desgracia.
El mayor incendio en Sitrama del que tenemos amplia información se produjo hace exactamente cien años, el 15 de agosto de 1925.
— Monte del Raso, Sitrama de Tera

EL "FORMIDABLE" INCENDIO EN SITRAMA DEL 15 DE AGOSTO DE 1925
A las nueve de la noche del sábado 15 de agosto de 1925, festividad de la Asunción, se presentó un vecino de Valparaíso en el aserradero de Miguel Ballesteros, a la salida del camino hacia Pozuelo de Vidriales. El hombre se había quedado sin gasolina y le pidió unos litros para poner en marcha su camioneta. En aquella época Sitrama (como el resto de pueblos) carecía de suministro eléctrico, así que el motor del aserradero funcionaba con un equipo electrógeno alimentado por gasolina.
Como no había luz, Ballesteros encendió una vela, con la cual penetró en el almacén del combustible. Colocó la vela en una repisa sobre el depósito y empezó a llenar una vasija. Y fuera por las vibraciones o porque la tocó, la vela encendida cayó sobre el bidón repleto de gasolina.
El líquido comenzó a arder al instante. Se produjo una deflagración y las llamas se extendieron rápidamente hacia la gran cantidad de madera almacenada en el taller. En pocos minutos todo el edificio era presa de un formidable incendio que no hubo forma de atajar.
Los dos hombres lograron escapar y alertar al vecindario. El pueblo entero participó en las tareas de extinción, que se prolongaron durante doce horas. Las campanas tocaron a rebato para pedir auxilio a los pueblos limítrofes. Casi no hizo falta, porque el fuego era tan gigantesco que se veía a kilómetros de distancia. Los vecinos de media comarca acudieron a ayudar a los de Sitrama. Pero todos sus esfuerzos fueron en vano ante la magnitud del incendio, aunque al menos lograron que no se propagara.
El taller, junto con toda la madera acumulada y el motor de gasolina, quedó reducido a cenizas. Las pérdidas se estimaron en 20.000 pesetas: más de medio millón de euros de hoy en día.

Los vecinos de media comarca acudieron a sofocar el incendio de Sitrama.
— Atardecer sin humo sobre Sitrama
EL "HORRIBLE" INCENDIO SIMULTANEO EN SANTIBÁÑEZ
Los más viejos de Sitrama dijeron que jamás habían conocido un incendio semejante. Eso nos da una imagen de lo poco que ardía en el pasado comparado a lo de hoy. Quizá, debido a esa escasez de desastres, los periódicos magnificaron lo que era un solo edificio quemado a causa de una imprudencia. Pero en la repercusión del caso intervino otro hecho: un incendio que se produjo casi a la vez en Santibáñez de Tera.
En torno a las diez de esa misma noche, un niño de seis años estaba acostado en su cama. Se hallaba solo, porque su padre estaba ayudando en el incendio de Sitrama, y su madre había ido a tranquilizarse a casa de una vecina. Aprovechando que no le vigilaban, el pequeño se levantó, jugueteó por la habitación y encendió un candil de aceite. Al rato se cansó y se metió en su cama para dormir. No se dio cuenta de que unas gotas de fuego habían caído sobre las sábanas.
Mientras su padre ayudaba en Sitrama, el ñiño se quedó solo y encendió un candil de aceite.
— Camino entre Sitrama y Santibáñez de Tera

Una hora después su madre volvió a su casa, situada en el centro de Santibáñez. En cuanto abrió la puerta, una bocanada de humo negro le hizo entender la desgracia que había ocurrido. Empezó a gritar pidiendo auxilio y al momento acudieron el cura, varias mujeres y unos cuantos ancianos: casi todos los hombres estaban en Sitrama, luchando por sofocar el incendio del aserradero.
Esas escasas fuerzas intentaron llegar hasta el segundo piso, donde dormía el niño, pero era imposible por el fuego que consumía la casa. Las llamas se habían propagado por el tejado, formado a base de esteras de paja seca. Ahora amenazaban con saltar a los edificios colindantes y quemar todo el pueblo.
Entre un pánico indescriptible, los vecinos de Santibáñez llegaron corriendo desde Sitrama y se pusieron a defender su propio pueblo. Y por fin, tras largas horas de esfuerzo lograron aislar el incendio y luego apagarlo.
Era ya el amanecer cuando el fuego quedó extinguido por completo. La gente se abrió paso entre las ruinas humeantes y subió al dormitorio del niño. Estaba completamente carbonizado, aún envuelto entre jirones de sábanas. Al menos murió sin darse cuenta, asfixiado por el humo.

Apagado el incendio, se abrieron paso entre las ruinas humeantes hasta llegar al dormitorio del niño.
— Heraldo de Zamora, 17 de agosto de 1925
Referencias
- «El Heraldo de Zamora», 11 de septiembre de 1908
- «El Heraldo de Zamora», 17 de agosto de 1925
- «La Correspondencia de España», 30 de marzo de 1878
