LAS CRECIDAS DEL RÍO TERA

En las cercanías de Benavente confluyen seis ríos (Castrón, Tera, Eria, Órbigo, Esla y Cea) que irrigan la fértil vega de la comarca de los Valles. Sin embargo, esa fuente de riqueza también ha traído con frecuencia la destrucción y la ruina. El clima mediterráneo continental provoca grandes oscilaciones en su caudal: en verano pueden sufrir una sequía muy severa, seguida de otoños e inviernos muy lluviosos. Entonces la corriente crece sin cesar pero no encuentra espacio en el río, obstaculizado por una intrincada red de islas y canales para el riego y los molinos, así como la tierra y vegetación acumulada en los cauces. Al final, las aguas se desbordan sin freno por la llanura, hasta acabar generando situaciones catastróficas.

Esto ha ocurrido durante siglos y ha moldeado el carácter de los habitantes de los ríos, que no hacían muchos planes de futuro porque en un instante podían perderlo todo. Aun hoy, a pesar de los embalses construidos para regular su flujo, el Tera amenaza con desbordarse cada pocos años y lo consigue cada diez aproximadamente. En Sitrama, la gran cercanía al río aumenta el riesgo y las fincas del Barrio de Abajo se ven anegadas de manera periódica. La lista de las inundaciones que han castigado el pueblo y la comarca es muy larga, pero ninguna fue tan devastadora como el año de la Riada: la Navidad de 1909.

Los ríos de la comarca de Benavente han traído la riqueza y la destrucción.

— El largo historial de crecidas del río Tera

Crecida en el río Tera

LA GRAN RIADA DE DICIEMBRE DE 1909

Desde noviembre, una lluvia persistente venía descargando sobre toda la Península Ibérica, elevando poco a poco el nivel de los ríos. Se temía una crecida, incluso una pequeña inundación, pero nadie se imaginaba lo que ocurrió. En todos los ríos de la comarca de Benavente sucedió lo mismo, pero ahora nos fijaremos en el Tera.

A las 5 de la tarde del 21 de diciembre, comenzó una lluvia torrencial acompañada de un fortísimo viento en Puebla de Sanabria. Toda la noche continuó en igual estado, hasta que a la mañana siguiente los vecinos pudieron ver lo que se avecinaba. El caudal del río Tera había aumentado de un modo horroroso, y bajaba con gran estruendo arrastrando árboles y restos de molinos destrozados. El puente de piedra se derrumbó, precipitándose entre las aguas en medio de olas enormes.

Puente de Piedra San Francisco en Puebla de Sanabria destruido 1910

Sobre las ocho y media de la mañana, el peligro del puente de San Francisco, situado sobre la carretera de Villacastín a Vigo, era inminente; y a los pocos momentos se derrumbaba.

— Restos del viejo puente de piedra en Puebla de Sanabria, 1910

Durante el día 22, la furiosa corriente se dirigió hacia el este por los meandros y colinas de la Carballeda, alimentada por un intenso aguacero. Al llegar al valle central del Tera, las aguas ya habían subido 5 metros sobre su nivel ordinario y se desbordaron por la llanura. Los campos de cultivo de la margen derecha quedaron anegados. Peor fue la situación en Santa Croya, donde la fuerza del agua derribó numerosas casas. Los vecinos tuvieron que huir a toda prisa hacia el monte, en carro los más rápidos y a nado los rezagados, para pasar la noche a la intemperie.

A los pocos minutos el agua había llegado al límite de Sitrama. El río, en su recorrido hacia el este, tiene que rodear la peña donde se alza el Castro de Sitrama. Así que en primer lugar la enorme corriente giró hacia el sur. Sin embargo, la fuerza centrífuga provocó que una masa de agua siguiera en línea recta; las defensas de la ribera estaban muy descuidadas, así que el agua saltó e inundó la Vega de Sitrama. Desde allí siguió el curso del Caño, arrasando los campos y huertas de los Linares hasta irrumpir por el oeste en el casco urbano.

El resto de la riada siguió girando alrededor del Castro. Una parte siguió el curso del río hacia el nordeste y destrozó la presa del Tamaral. La Manga se desbordó y la tromba entró por el sur, uniéndose a la que venía por los campos desde el oeste. El Barrio de Abajo de Sitrama quedó sumergido por la doble inundación. El agua se infiltró entre las frágiles casas de adobe y derrumbó muchas de ellas. Gracias a la inclinación del pueblo, el Barrio de Arriba permaneció a salvo, aunque la calle Paneras era un torrente por el diluvio que seguía cayendo.

Pero la fuerza principal de la inundación siguió en línea recta hacia el este, rumbo a Abraveses, a través de un terreno plano y sin defensas. Todos los campos fueron engullidos por el agua. Y el pueblo de Abraveses quedó completamente destruido.

Una parte de la inundación entró en Sitrama desde la vega. Otra parte entró siguiendo el curso del río Tera. La mayor parte siguió en línea recta y destruyó Abraveses.

— Croquis de la inundación alrededor del Castro de Sitrama

Croquis Riada diciembre 1909 en Sitrama y Abraveses de Tera

NAVIDADES EN RUINAS

El día 23, los valles del Tera, Órbigo y Esla amanecieron convertidos en una inmensa laguna atestada de árboles, restos de muebles y animales muertos que flotaban arrastrados por la corriente. De los pueblos apenas se veía el campanario de la iglesia. Todos estaban incomunicados entre sí, con los caminos cortados y los postes del telégrafo derribados. Las campanas de todas las iglesias tocaban a rebato, pidiendo un auxilio que no llegaba, mientras seguían sufriendo un violentísimo temporal. Mucha gente pasó la Nochebuena muerta de hambre, terror y frío, aislada en el monte o atrapada entre las ruinas de su casa. No había ninguna autoridad, ninguna fuerza policial o militar para organizar el salvamento.

La ayuda no llegó hasta la tarde del día 25, cuando dejó de llover y empezaron a bajar las aguas. Quienes se habían librado de la riada se acercaron a ayudar a los pueblos damnificados. Pero aún hubo que esperar hasta el 26 para comprobar la magnitud de la tragedia. Una comitiva formada por autoridades y periodistas recorrió las cercanías de Benavente, donde contempló un espectáculo de desolación absoluta. La mayoría de las casas de la Polvorosa (Santa Cristina, Fresno, Vecilla y Villanueva de Azoague), en la ribera del Orbigo, se habían convertido en escombros y las restantes amenazaban con desplomarse. Sus habitantes lloraban de desesperación mientras trataban de salvar sus enseres. Villaveza del Agua, junto al Esla, tenía que lamentar la muerte de cuatro pastores y miles de ovejas. Se ordenó el desalojo de los pueblos en ruinas, y que sus habitantes se refugiaran en Benavente.

De Sitrama y los demás pueblos del valle del Tera no se tenían noticias, pues seguían incomunicados. Pero se sabía que Abraveses había quedado arrasado.

Destrucción por Riada diciembre 1909 Santa Cristina Polvorosa

Los vecinos de Santa Cristina de la Polvorosa, auxiliados por la Guardia Civil, desescombrando los solares que ocuparon sus destruidas viviendas.

— Actualidades, 6 de enero de 1910

EL VALLE DEL TERA TRAS LA INUNDACION

Dos días después, la mañana del 28 de diciembre, otra comitiva aún más grande partió de Benavente en tres carruajes tirados por bueyes, en dirección a la carretera de Mombuey (la actual N-525). A bordo iban autoridades provinciales y nacionales; representantes de la Cruz Roja, que iban a repartir mantas y alimentos entre los damnificados; y dos fotógrafos para plasmar en imágenes la catástrofe.

Primero se detuvieron en Santa Cristina, donde se quemaban las reses muertas y se trataba de apartar a los pobres vecinos que no querían abandonar sus hogares destruidos. Una anciana suplicaba que la catástrofe se imprimiera en los periódicos para que el rey se apiadara de su desdicha. Luego llegaron a Colinas, que se había salvado gracias a que sus vecinos se habían pasado la noche entera cavando zanjas y terraplenes. Poco más allá la carretera estaba cortada, así que tuvieron que proseguir andando.

Habitantes del pueblo de Santa Cristina de la Polvorosa procediendo a la cremación y enterramiento del ganado vacuno que pereció arrastrado por las aguas.

— Actualidades, 6 de enero de 1910

Cremación de ganado por Riada diciembre 1909 Santa Cristina Polvorosa

En Sitrama los recibió el alcalde, Gregorio Ferrero, que les comunicó las pérdidas que había sufrido el pueblo: se habían derrumbado 12 casas (y varias más estaban en grave peligro), 3 pajares, un molino harinero, y grandes daños en las huertas y sembrados. A continuación partieron de nuevo en tres carros por el camino del Tamaral, lleno de fango y vegetación muerta. Con los huesos quebrantados por el traqueteo llegaron al río Tera, aún desbordado. El puente de Santibáñez estaba en construcción, así que el único modo de cruzarlo era a través del viejo vado, aguas más arriba. Hubo mucho pánico entre los caballeros al vadear el río, especialmente por parte del diputado provincial.

Una vez en la otra orilla, el camino estaba otra vez intransitable para los carruajes. Así que tuvieron que atravesar a pie tierras llenas de lodo y agua que llegaba hasta la rodilla. Era mediodía cuando llegaron a Abraveses. No quedaba ni rastro del pueblo, salvo los cimientos de algunas casas, como si jamás hubiera existido. Sus vecinos vagaban tristemente entre los restos, mientras trataban de rescatar algo de ropa o comestibles. Agradecieron con lágrimas que alguien se hubiera acordado de ellos y sólo pidieron harina, porque todos los molinos de la zona habían sido destruidos. Al menos pudieron salvar la gran mayoría del ganado, pues al ver que llegaba la avalancha soltaron a las reses para que se dispersaran por el monte.

Destrucción por Riada diciembre 1909 Abraveses de Tera

La Guardia Civil en Abraveses de Tera, prodigando consuelos al vecindario. En este pueblo no quedó ni una sola casa en pie.

— Actualidades, 6 de enero de 1910

DESPUÉS DE LA CRECIDA

Las inundaciones de la Navidad de 1909 arrasaron las provincias de León, Zamora y Salamanca, pero fueron una catástrofe aterradora jamás vista en los valles de Benavente. El Gobierno convocó una suscripción nacional de donativos para los damnificados. Pero fue un fracaso y en dos años apenas se recaudaron cien mil pesetas: menos de dos millones de euros actuales. Las mayores cantidades se destinaron a Santa Cristina (20.000 pesetas) y Abraveses (10.000). Santa Croya y varios pueblos de la Polvorosa recibieron 5.000, mientras que a Sitrama le correspondieron 1.000 pesetas: menos de 20.000 euros de hoy en día. La ayuda era ridícula e insultante, y muchas familias de la comarca decidieron emigrar a América. Como nota personal, mi bisabuelo Cándido Furones dejó atrás las ruinas de Abraveses y se asentó con toda su familia al otro lado del río Tera, en Sitrama.

Justo un año después, en diciembre de 1910, hubo un deshielo prematuro de las nieves acumuladas en las sierras, con lo que el río Tera creció de manera extraordinaria. Volvió a haber inundaciones y los habitantes de los pueblos reconstruidos tuvieron que huir de nuevo a toda prisa. Los daños no fueron muy graves, pero hicieron comprender la necesidad de tomar medidas urgentes.

En febrero de 1911, el ayuntamiento de Sitrama arrendó la finca del Espino, en el límite con Santa Marta, para construir una fortificación que resistiera otra riada como la que había anegado la Vega un año antes. Pero eso suponía que el río amenazaría a sus vecinos de la otra orilla. Cada pueblo actuó por su cuenta para protegerse del ciclo de crecidas y sequías, sin importar el perjuicio a sus vecinos, hasta que en 1927 el río Tera quedó bajo la jurisdicción de la Confederación Hidrográfica del Duero.

Las pérdidas de Sitrama ascienden a 12 casas, 3 pajares, un molino harinero, y grandes daños en las huertas y sembrados.

— Heraldo de Zamora, 29 de diciembre de 1909

Inundaciones provincia Zamora diciembre 1909